VICTOR HUGO. LA LUZ.



   No voy a negar que se trata de uno de mis escritores favoritos. Una persona tan extraordinaria y un escritor tan sobresaliente que casi parece algo imposible, como si no fuera de este mundo, como si hubiera bajado de una estrella para inundar el mundo con su luz.

  No dejéis de leer en algún momento en vuestra vida sus novelas Los Miserables y Nuestra Señora de París. El estilo decimonónico, tan meticuloso en las descripciones, puede resultar algo pesado a un lector o lectora actual acostumbrado a la pincelada rápida, pero merece la pena dejarse inundar por toda la sensibilidad e inteligencia crítica de despliega. Su capacidad para saltar los perjuicios y su esperanza en el ser humano y su capacidad para sobreponerse sobre el mal y el dolor.  

 Aquí os dejo una escena de la adaptación cinematográfica de Los Miserables.


   Sé que muchas veces parece que lo sombrío y lo negro sean los temas predominantes en la literatura, pero también esta cargada de belleza, en el sentido más profundo de la palabra.



 
   Me despido de todo el grupo con la ilusión de veros después de vacaciones.  Además de divertiros y todo eso, descansad y reponed fuerzas porque el tercer trimestre suele ser complicado, en general, no en mi asignatura.  Yo tengo la certeza de que vais a seguir progresando y tengo muchas ganas de abordar con todos-as la literatura de siglo XX.

   No os voy a mandar tareas, sólo que enredéis un poco con vuestros blogs, que les dediquéis unos buenos ratos para que podáis enorgulleceros de ellos.  Lo que sí os dejo son dos entradas más después de esta, espero que os gusten, que os inspiren y os ayuden a reflexionar y a crecer como personas. Ese es mi principal objetivo.

  ¡UN ABRAZO Y HASTA MUY PRONTO!

¡OTRA DE SUICIDIO¡ NO, POR FAVOR.

Escultura de la protagonista de La Regenta, la obra cumbre de Clarín.



  Mientras escribía esta entrada sobre una famosa novela decimonónica, esto quiere decir del siglo XIX, me daba cuenta de que el tema del suicidio está empezando a resultar un poco recurrente. Y es que en la novela de la que iba a hablaros, cuyo nombre no diré, hay otro suicidio, esta vez de una mujer. La novela es un clásico absoluto de la literatura. Su autor un escritor genial y una persona increíble. Hemos hablado de él en clase, pero no diré más. No se trata de que lo busquéis, simplemente es que me he dado cuenta que si os cuento como terminan todas las novelas…

   Supongo que ahora, a lo mejor, no querréis quedaros con la intriga, pero eso ya lo dejo de vuestra cuenta. Lo que me interesa hacer aquí es hablaros de varias novelas importantes y relacionarlas con otro tema de gran importancia: el nuevo protagonismo de las mujeres en la literatura.   En la novela del siglo XIX los personajes femeninos aparecen retratados de un modo distinto. Podrían decirse que ya no se ciñen a la visión estereotipada que se solía ofrecer, una visión en la que su papel como madres o esposas y su capacidad para despertar el deseo sexual del hombre lo era todo. Como si su persona se redujera a su condición sexual y reproductiva. El modelo femenino ya sea de santa silenciosa o de prostituta manipuladora parece que empieza a romperse, todavía perduran mucho estos estereotipos puesto que, de hecho, todavía las funciones que la sociedad permite a las mujeres son muy limitadas.

  Durante el siglo XIX y después de los avances en el pensamiento que se habían producido con la Ilustración, los personajes femeninos van adquiriendo protagonismo y se empieza a plantear la cuestión de la insatisfacción en las mujeres, el deseo de libertad, el deseo de saber, el deseo de independencia. El choque entre el ideal de mujer y la mujer real.  La responsabilización del hombre respecto de la prostitución y la toma de conciencia de las capacidades intelectuales de las mujeres.
  
   Novelas como Ana Karenina, Madame Bovarí o La Regenta se adelantaron a su tiempo y provocaron gran controversia y debate al considerar, la parte más conservadora de la sociedad, que incitaban a la mujer a la infidelidad. Sus escritores vieron peligrar su reputación y en algún caso, como el de Flaubert, tuvieron incluso que vérselas con la justicia. No parecía muy conveniente alentar al género femenino a reflexionar sobre las limitaciones que se estaban imponiendo y sobre la forma de luchar contra esta situación.

  Ya en el siglo anterior se habían escrito obras como El sí de las niñas, del  ilustrado español Leandro Fernández de Moratín que trataban sobre lo injusto que era para las jóvenes la frecuente situación de casarse con hombre mayores para que su familia mejorase su situación económica. Estas novelas van más allá puesto que se sitúan totalmente desde la perspectiva de las mujeres de clase media o alta con una vida y una sexualidad insatisfecha.

  Os dejo unos videos de adaptaciones cinematográficas de películas basadas en novelas cuya protagonista es una mujer que intenta encontrar su identidad y su lugar en el mundo, sólo en uno de los cuatro casos el objetivo se ve coronado por el éxito, aquel en el que ella consigue al hombre de sus sueños.  En los demás la amargura, o incluso la muerte serán su destino final. ¿Da que pensar, no?


ANA KARENINA, VERSIÓN CINEMATOGRÁFICA.



MADAME BOVARY, SERIE BRITÁNICA.



JANE EYRE, TRAILER DE LA PELÍCULA.

  También os recomiendo La obras del mismo tema La Regenta y Fortunata y Jacinta. Por cierto, ambas tienen excelentes series de TV inspiradas en ellas, aunque como leer la novela, nunca hay nada.

LA SONRISA DEL ASESINO


   Venía hacia casa ayer cuando me encontré con un anuncio del tamaño de una casa que decía algo así como: “Furia de Titanes” Siente la ira.

  Supuse que se trataba del anuncio de alguna de esas películas o juegos de efectos especiales espectaculares en los que, lisa y llanamente, el objetivo es exaltar la violencia.

  Es curioso. El mensaje que mandamos a nuestros hijos e hijas es un tanto contradictorio:

  Por una parte se les dice que la violencia está mal y que  pueden ver que las sociedades más avanzadas son siempre las que han conseguido mantener a raya la violencia y criar personas menos agresivas y más igualitarios y responsables.

  Por otra parte, se vende estupidez, inconsciencia y  violencia virtual a paladas. La explosión debe ser más fuerte, el cuerpo debe quedar más mutilado, el grito debe ser más intenso, la gamberrada más brutal, la violación más repugnante, la venganza más extrema, el odio, más atronador.

  En nuestra última clase antes de las vacaciones hablamos del Frankenstein de Mary Shelley. Os leí  el relato en boca del monstruo, la explicación a su creador de la historia de su corta vida; una vida plagada de soledad, marginación, desprecio, incomprensión. Una vida que le arrastra al vil asesinato, de un niño indefenso. De todo ello culpa al padre-creador que le ha dado vida, para luego rechazarle.

 La novela es una genialidad absoluta y no está escrita para cualquiera. No es un texto destinado al entretenimiento sin más. Resulta un poco vergonzoso pensar que el monstruo, se haya convertido en un juguete intrascendente en manos de la cultura de masas.

  Pero, volviendo a la actualidad, estos días la noticia más sonada era la del joven asesino que se dedicó a sembrar el terror a lomos de su moto, como el clásico villano de los comics. Al parecer pertenecía a una organización terrorista islamista. Para mí eso es lo de menos; se llame Mohamed, William o Francisco, el odio es el mismo.

  Pero lo que más me asusta no es el asesinato, sino la sonrisa del asesino. La sonrisa del que disfruta experimentando el poder que da el herir a la otra persona o incluso matarla. Esa sonrisa que he visto ya repetirse en muchos criminales y con la que desafían a sus víctimas.

   Frankenstein se escribió para que la gente pensara en los sentimientos del criminal, en su angustia, su miedo, su marginación. Pero Frankenstein no sonreía.   Si la violencia es una forma de entretenimiento. Si  el justiciero, el renegado, el terrorista, el mafioso, el pirata, el bandolero, el violador, el asesino, el psicópata en todas sus formas, sigue siendo  exaltados por el cine y la literatura de mil maneras diferentes, nuestra sociedad seguirá construyendo sus Frankenstein de verdad, pieza a pieza. Y lo peor será que a diferencia del monstruo de Mary Shelley, estos se divertirán con lo que hacen.