Pamela y compañía.



   Volvemos de vacaciones y nos sumergimos durante una semana en la literatura del llamado "Siglo de las luces". Estáis comentando los fragmentos de Cándido y Los viajes de Gulliver que leímos en clase. He observado, después de leer vuestras entradas y escuchar las intervenciones en clase, que no he explicado bien algunos aspectos de estos textos, esto me hace temer que mis explicaciones sobre Pamela y compañía tampoco sean todo lo claras que me hubiera gustado... 

  Ahí van algunas aclaraciones:

  En primer lugar, por lo que respecta al fragmento de Gulliver con los Houyhnhnms, los Caballos, me gustaría deciros que lo que pretende el autor, como en el resto de la obra, es que veamos nuestra condición de humanos desde una perspectiva crítica completamente distinta.
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 Por ejemplo, desde la perspectiva de los animales que nos sirven. No se trata sólo de usarlo como un medio de analizar cómo nos comportamos entre nosotros, sino cómo nos comportamos CON ELLOS. Este es también el sentido de los dos poemas modernos que seleccioné para ampliación de la lectura.  Evidentemente, la forma en la que nos comportamos con seres indefensos ante nuestro poder, estará relacionada con la forma en la que nos comportamos entre nosotros, pero este tema no se puede obviar si uno quiere comprender la fuerza de estos textos. 

  En segundo lugar,  me gustaría retomar el tema de las relaciones sexuales y afectivas entre hombres y mujeres y el modo en el que ha ido evolucionando, el cambio sustancial que aparece en las obras del siglo XVIII a las que nos hemos referido y el gran avance que supuso, cien años antes, 
la publicación de "La princesa de Clèves", la extraordinaria obra de Madame de La Fayette que dio origen a la novela psicológica moderna. Nos referiremos a ella de nuevo cuando hablemos de la novela realista decimonónica. 

 La novela de Richardson, Pamela, de la que leímos un fragmento. se toma muy seriamente la cuestión del acoso sexual y de la infidelidad. Permite a su protagonista expresar sus sentimientos a través de las cartas que escribe.




 Ya no estamos ante las bromas de Boccaccio en "El Decamerón", ni ante el necesario sarcasmo de Margarita de Navarra en "El Hectamerón",  ahora son las mujeres protagonistas las que nos muestran lo que sienten.  Como había hecho La Fayette, y aún antes Cervantes en su maravilloso monólogo de Marcela, en El Quijote.  La obra de Richardson se llama, en realidad: "Pamela, o la virtud recompensada". Cree el escritor que Pamela puede con todo, que si las jóvenes sirvientas acosadas por sus señores un día sí, y otro también, no conservan su virtud es porque no ponen suficiente empeño en ello y que si lo hacen, serán recompensadas. 

  ¡Qué hipocresía! pensó el Marqués de Sade. Este escritor se lanzó sin paracaídas a la misión de mostrar lo que realmente veía a su alrededor, incluyendo el sexo. Justine, su personaje, también quiere preservar su virtud, pero no es recompensada sino que es aplastada por ello, mientras las que se pliegan a la moral reinante consiguen numerosas ventajas al aceptar su condición sin rechistar. Esto es lo que, según este escritor, realmente sucedía. 

 Filósofo e historiador defendía la objetividad del modo siguiente:

"Para escribir historia es necesario que no exista ninguna pasión, ninguna preferencia, ningún resentimiento (...) Para relatar un acontecimiento es preciso estar algo lejos de él, es decir, con la distancia suficiente para estar a salvo de todas las mentiras con las que pueden rodearle la esperanza o el terror" ( Tomado de: Historia de Isabel de Baviera)


  ¡Vaya! No parece la frase de un desequilibrado. Pero, ¿quién fue realmente este hombre que pasó tantos años de su vida encerrado en cárceles y manicomios? ¿Quién fue este hombre al que se atribuyen impunemente los pensamientos y las opiniones de algunos de sus personajes, en especial los más abyectos? No puedo ni quiero entrar en la controversia en este momento. Me basta con que comprendáis que autor y personaje no son lo mismo, que la intención de una obra tiene que considerarse en su conjunto, que el gran avance de la literatura de este momento se produce porque deja de convertirse en una escuela de moral o en un libro de pasatiempos para convertirse en una fuente de reflexión sobre la condición humana.  Estábamos aprendiendo a mirar al ser humano de frente, y la literatura era, como después dirá Stendhal,  el espejo con el que íbamos a contemplarnos.