Fotografía desde el retrovisor.

 

   Duermo abrazada a ti, la miel de la que nacen tus labios endulza mis manos al tocarlos.

 Un pensamiento andante deambula en la noche. Despierto en medio de la nieve. Como cada mañana, llevo mis manos hacia mis ojos. Camino vagamente, sin prisa alguna, intentando que nadie se percate de mi presencia. ¿Cuántos cimientos he de pisar sin rozar la muerte? Una gran cadena de hierro rodea mi muñeca. Coches, personas, animales, todo esta petrificado. Me doy cuenta de que esos ojos no son de personas, sino de algún tipo de animal. Las almas en pena aúllan, los ángeles vuelan libres. La voz de Charles Mc Donald con su canción: “You are my sunshine” me reconforta.

    Reflejada en el retrovisor del coche, veo con asombro que mi aspecto es el mismo de siempre. 

  

   Cada minuto es seguido de un nuevo minuto. Cada bocanada de aire es seguida de una nueva bocanada de aire. Se repite el baile de las estrellas en el cosmos. Las letras que conforman el texto, entretejido con algunas de vuestras palabras, juegan entre sí un juego infinito con infinitas resonancias.

  Giran los astros, el coronavirus, el corazón, el estómago, la tristeza, la ilusión, el miedo y la alegría. 

   Al otro lado, las voces lejanas y sus ecos, y nuestras voces y sus ecos, entrelazadas por el difuso y cambiante sentido de todo lo que existe y de su reflejo. 

   Inanna, Gregorio, Holden, Elisabeth, Akenaton, Lolita, Andrómaca, Safo, Celie, Meursault, Sylvia, Dorian… y yo misma, Luisa,  os saludamos, Ragda, Leslie, Jose, Alex, Guille, Marta, Alicia, Ángel,  Mara, Lucía…a todas os damos las gracias por habernos elegido para este viaje por las sombras y los sueños.


   Hasta siempre.