QUEDARSE CON LO BUENO.

 


   Estar alegre. Quedarse con lo bueno: la reencarnación, un año más y siempre, siempre diferente… de Nora que abandona su vida, sus hijos, su seguridad para ser ella misma, de Blanche sin casa y sin identidad, sola, con sus cartas de amor como único tesoro, de Zapo y de Estragón en la espera inútil y absurda de la vida, de Adela, la eterna Adela que construye un ideal como única escapatoria posible de un techo de plomo que la ahoga. De una Lolita que habla desde el corazón de una joven maravillosa y nos hace sentir esa llamada, esa llamada cruel de la maldad manipuladora que enamora, que oprime y arrebata, una, y otra, y otra vez.

  Quedarse con lo bueno de la educación, que tanto me ha dado, del  acercamiento de la mano de otro ser humano a la literatura, hasta donde nos lleve, a veces lejos, a veces a ninguna parte, pero no importa, porque la belleza está en el intento.

  Quedarme con vuestros podcast, que me conectaron con un presente en constante transformación. Con la presencia de “los papis” que nos contaron sus secretos, conectándonos con la magia del arte que los inspira. Con vuestra valentía y vuestro esfuerzo al atreveros con obras de gran complejidad y descubrir en ellas preguntas y caminos. Con vuestros silencios y con vuestras palabras.  

 Estar alegre, sí. Porque la literatura es la alegría de comprender el dolor y está detrás de la risa que esconde una lágrima. Porque el dolor es la verdad más profunda, pero hay belleza al encontrarse en ese dolor, belleza al comprender el dolor de otros seres humanos, y aprender de ese dolor, encontrarnos en ese dolor, en los errores y arrebatos del que es víctima y verdugo, del que es sensible y del que tiene el corazón helado y arde en su propio hielo.

    Para mí, queridas y queridos universales este ha sido mi último viaje, un viaje hermoso, porque toda despedida encierra una belleza inquebrantable por el futuro.  La educación literaria ha terminado pero la literatura acabará sólo con mi muerte. La literatura ha engrandecido y engrandece mi vida. Poder compartirla con vosotros y vosotras ha sido un sueño cumplido, un sueño que tuve una tarde de invierno hace ya muchos, muchos años y que dio un propósito a mi vida, y me ayudó a perdonar la mezquindad de otros corazones y, sobre todo, la de mi propio corazón. 


  Hasta siempre.