No voy a negar que se trata de uno de mis escritores favoritos. Una
persona tan extraordinaria y un escritor tan sobresaliente que casi parece algo
imposible, como si no fuera de este mundo, como si hubiera bajado de una
estrella para inundar el mundo con su luz.
No dejéis de leer en
algún momento en vuestra vida sus novelas Los Miserables y Nuestra Señora de
París. El estilo decimonónico, tan meticuloso en las descripciones, puede
resultar algo pesado a un lector o lectora actual acostumbrado a la pincelada rápida,
pero merece la pena dejarse inundar por toda la sensibilidad e inteligencia crítica
de despliega. Su capacidad para saltar los perjuicios y su esperanza en el ser
humano y su capacidad para sobreponerse sobre el mal y el dolor.
Aquí os dejo una
escena de la adaptación cinematográfica de Los Miserables.
Sé que muchas veces
parece que lo sombrío y lo negro sean los temas predominantes en la literatura,
pero también esta cargada de belleza, en el sentido más profundo de la palabra.
Me despido de todo
el grupo con la ilusión de veros después
de vacaciones. Además de divertiros y todo eso, descansad y reponed
fuerzas porque el tercer trimestre suele ser complicado, en general, no en mi
asignatura. Yo tengo la certeza de que
vais a seguir progresando y tengo muchas ganas de abordar con todos-as la
literatura de siglo XX.
No os voy a mandar
tareas, sólo que enredéis un poco con vuestros blogs, que les dediquéis unos
buenos ratos para que podáis enorgulleceros de ellos. Lo que sí os dejo son dos entradas más después
de esta, espero que os gusten, que os inspiren y os ayuden a reflexionar y a
crecer como personas. Ese es mi principal objetivo.
Escultura de la protagonista de La Regenta, la obra cumbre de Clarín.
Mientras escribía esta entrada sobre una famosa novela decimonónica,
esto quiere decir del siglo XIX, me daba cuenta de que el tema del suicidio
está empezando a resultar un poco recurrente. Y es que en la novela de la que
iba a hablaros, cuyo nombre no diré, hay otro suicidio, esta vez de una mujer.
La novela es un clásico absoluto de la literatura. Su autor un escritor genial
y una persona increíble. Hemos hablado de él en clase, pero no diré más. No se
trata de que lo busquéis, simplemente es que me he dado cuenta que si os cuento
como terminan todas las novelas…
Supongo que ahora, a lo mejor, no
querréis quedaros con la intriga, pero eso ya lo dejo de vuestra cuenta. Lo que
me interesa hacer aquí es hablaros de varias novelas importantes y relacionarlas
con otro tema de gran importancia: el nuevo protagonismo de las mujeres en la
literatura. En la novela del siglo XIX
los personajes femeninos aparecen retratados de un modo distinto. Podrían
decirse que ya no se ciñen a la visión estereotipada que se solía ofrecer, una
visión en la que su papel como madres o esposas y su capacidad para despertar
el deseo sexual del hombre lo era todo. Como si su persona se redujera a su
condición sexual y reproductiva. El modelo femenino ya sea de santa silenciosa
o de prostituta manipuladora parece que empieza a romperse, todavía perduran
mucho estos estereotipos puesto que, de hecho, todavía las funciones que la
sociedad permite a las mujeres son muy limitadas.
Durante el siglo XIX y después de los avances en el pensamiento que se
habían producido con la Ilustración, los personajes femeninos van adquiriendo
protagonismo y se empieza a plantear la cuestión de la insatisfacción en las
mujeres, el deseo de libertad, el deseo de saber, el deseo de independencia. El
choque entre el ideal de mujer y la mujer real. La responsabilización del hombre respecto de
la prostitución y la toma de conciencia de las capacidades intelectuales de las
mujeres.
Novelas como Ana Karenina, Madame Bovarí o La Regenta se adelantaron a
su tiempo y provocaron gran controversia y debate al considerar, la parte más
conservadora de la sociedad, que incitaban a la mujer a la infidelidad. Sus
escritores vieron peligrar su reputación y en algún caso, como el de Flaubert,
tuvieron incluso que vérselas con la justicia. No parecía muy conveniente
alentar al género femenino a reflexionar sobre las limitaciones que se estaban
imponiendo y sobre la forma de luchar contra esta situación.
Ya en el siglo anterior se habían escrito obras como El sí de las niñas,
del ilustrado español Leandro Fernández
de Moratín que trataban sobre lo injusto que era para las jóvenes la frecuente
situación de casarse con hombre mayores para que su familia mejorase su situación
económica. Estas novelas van más allá puesto que se sitúan totalmente desde la
perspectiva de las mujeres de clase media o alta con una vida y una sexualidad insatisfecha.
Os dejo unos videos de adaptaciones cinematográficas de películas
basadas en novelas cuya protagonista es una mujer que intenta encontrar su
identidad y su lugar en el mundo, sólo en uno de los cuatro casos el objetivo
se ve coronado por el éxito, aquel en el que ella consigue al hombre de sus
sueños. En los demás la amargura, o
incluso la muerte serán su destino final. ¿Da que pensar, no?
ANA KARENINA, VERSIÓN CINEMATOGRÁFICA.
MADAME BOVARY, SERIE BRITÁNICA.
JANE EYRE, TRAILER DE LA PELÍCULA.
También os recomiendo La obras del mismo tema La Regenta y Fortunata y Jacinta. Por cierto, ambas tienen excelentes series de TV inspiradas en ellas, aunque como leer la novela, nunca hay nada.
Venía hacia casa ayer cuando me encontré con
un anuncio del tamaño de una casa que decía algo así como: “Furia de Titanes”
Siente la ira.
Supuse que se trataba del anuncio de alguna de esas películas o juegos
de efectos especiales espectaculares en los que, lisa y llanamente, el objetivo
es exaltar la violencia.
Es curioso. El mensaje que mandamos a nuestros hijos e hijas es un tanto
contradictorio:
Por una parte se les dice que la violencia está mal y que pueden ver que las sociedades más avanzadas
son siempre las que han conseguido mantener a raya la violencia y criar
personas menos agresivas y más igualitarios y responsables.
Por otra parte, se vende estupidez, inconsciencia y violencia virtual a paladas. La explosión
debe ser más fuerte, el cuerpo debe quedar más mutilado, el grito debe ser más
intenso, la gamberrada más brutal, la violación más repugnante, la venganza más
extrema, el odio, más atronador.
En nuestra última clase antes de las vacaciones hablamos del
Frankenstein de Mary Shelley. Os leí el
relato en boca del monstruo, la explicación a su creador de la historia de su
corta vida; una vida plagada de soledad, marginación, desprecio, incomprensión.
Una vida que le arrastra al vil asesinato, de un niño indefenso. De todo ello
culpa al padre-creador que le ha dado vida, para luego rechazarle.
La novela es una genialidad absoluta y no está
escrita para cualquiera. No es un texto destinado al entretenimiento sin más.
Resulta un poco vergonzoso pensar que el monstruo, se haya convertido en un
juguete intrascendente en manos de la cultura de masas.
Pero, volviendo a la actualidad, estos días la noticia más sonada era la
del joven asesino que se dedicó a sembrar el terror a lomos de su moto, como el
clásico villano de los comics. Al parecer pertenecía a una organización
terrorista islamista. Para mí eso es lo de menos; se llame Mohamed, William o
Francisco, el odio es el mismo.
Pero lo que más me asusta no es el asesinato, sino la sonrisa del
asesino. La sonrisa del que disfruta experimentando el poder que da el herir a
la otra persona o incluso matarla. Esa sonrisa que he visto ya repetirse en
muchos criminales y con la que desafían a sus víctimas.
Frankenstein se escribió para que la gente pensara en los sentimientos
del criminal, en su angustia, su miedo, su marginación. Pero Frankenstein no
sonreía. Si la violencia es una forma
de entretenimiento. Si el justiciero, el
renegado, el terrorista, el mafioso, el pirata, el bandolero, el violador, el
asesino, el psicópata en todas sus formas, sigue siendo exaltados por el cine y la literatura de mil
maneras diferentes, nuestra sociedad seguirá construyendo sus Frankenstein de
verdad, pieza a pieza. Y lo peor será que a diferencia del monstruo de Mary
Shelley, estos se divertirán con lo que hacen.