Cuidado con lo de leer en cualquier parte.



Cuando venía hacia casa me pasó una cosa que hacía tiempo que no me pasaba y que es posible que os haya pasado alguna vez. Iba yo en el tren leyendo La cabaña del tío Tom y llegamos a Atocha. Me bajé y volví al esclavo que estaba disfrazado y al hombre que tenía que decidir si lo iba a delatar o no y fuí subiendo por la escalera automática de Atocha para cambiarme de tren hacia otra zona del centro de Madrid, pero de pronto se abrieron las puertas y yo estaba en un sitio rarísimo llamado Entrevías. Me vuelvo a la gente y digo ¿qué es esto, pero cómo que Entrevías? ¿Este tren no va a Atocha? Bueno la gente debió flipar. El caso es que no entendía como había llegado ahí. Ni siquiera recordaba que ya me había bajado del tren de Aranjuez-Chamartín y mucho menos mi recorrido por la estación con el libro abierto y subiéndome en el primer tren que vi como una autómata. Tardé unos instantes en comprender lo que me había pasado.
Es curioso como nos trasporta la música o la lectura fuera del mundo y la realidad que nos rodea. Es un engorro cuando te pasa, pero también es fascinante. En fín, lo que dije ayer de leer en cualquier parte...mejor pensárselo un poco. Por cierto, La cabaña del tío Tom está muy bien, por ahora.